Sin embargo, la culpa no siempre la tiene el maestro, existen también los malos alumnos, duros, testarudos, cabezas donde ninguna experiencia deja mella. De este tipo de aprendiz, hay algunos que movidos por la insistencia y la necedad, error tras error, caen en la utopía de rectificar, de pensar ilusamente que esta vez, a pesar de las mismas manías, maneras u opciones, sus resultados van a cambiar, cosa que no se da y por lo tanto poca enseñanza queda.
También están los alumnos carentes de interés y volundad por aprender, quienes inactivos en su aprendizaje, sumidos en un mundo aparte, como si naciesen ya aprendidos, imponen una lejanía significante entre ellos y eso que se les quiere abrir o mostrar. Estos últimos son los más tristes ejemplares ya que por diversas presiones, en su mayoría de tipo social o familiar, están forzados a alcanzar un requisito solamente para cumplir con "la secuencia social establecida", para llegar a ser alguien y no para ser de verdad ese alguien.
En los dos tipos de alumno - tanto en el que no aprende tras el error, o sea el que recae en el mismo vez tras vez como en el que carente de motivación sigue "la educación" como vaca que sigue al hato - el tiempo pasa por ellos invisible, gran impostor, acumulando minutos, horas, días, años, en fin almacenando tiempo, tiempo hueco y perdido inútilmente entre las manecillas del reloj.
Así, por lo anterior, pienso que lo mejor sería corregir la frase con la que empecé todo esto, entonces lo más apto a decir sería: el tiempo no es el gran maestro, somos nosotros los grandes maestros (y alumnos) del tiempo.
Segunda Falacia: Con el tiempo todo pasa... todo lo cura el tiempo. Algunas heridas cicatrizan con el tiempo y no obstante a ello, cual buenas cicatrices su huella queda. El tiempo cura las heridas pero curar no es reconstruir. A veces hay daños que a pesar del tiempo subsisten, calan, transforman, pasan... Sí, pasan pero sólo relativamente, en el sentido de transcurrir, suceder o alejarse y no en el de superar, sobrellevar o inclusive olvidar completamente.
Con el tiempo, muchas cosas quedan atrás, pero aunque marchemos hacia adelante, tenemos esa necia tendencia de mirar de vez en cuando lo que queda a nuestras espaldas, de volver la cara para ver todo aquello que vamos dejando, con lo que vamos haciendo camino. Esa reacción, que es casi instintiva, es semejante a la sensación que se tiene cuando uno se va de un lugar y siente que allí ha perdido u olvidado algo y por eso uno se aleja del mismo con una incomodidad espinosa, que lo echa a uno a mirar de reojo o a irse sin dar totalmente la espalda. Además, a parte de ser instintiva, esa reacción es normal puesto que algo de nosotros se ha extraviado y el estar semiconscientes de este extravío es lo que hace que estemos propensos a mirar hacia atrás para así tal vez descifrar qué fue exactamente lo que se nos perdió.
Entonces el tiempo pasa, pero no todo con él se va, de hecho yo diría que todo queda transformado, metamorfoseado,para bien o para mal. El tiempo tan sólo aligera la carga, la reduce pero cierto peso nos queda siempre y ese peso es el culpable de la joroba que con el paso del mismo tiempo terminamos llevando a espaldas.
Tercera falacia: El tiempo lo dice todo... o quizá yo misma conforme siga escribiendo sobre esto, o sea cuando tenga el tiempo necesario para hacerlo porque ahora no tengo tiempo... cuarta y última falacia por el momento.
Obras: L'opinion, Leriche. Hausmann.