Mañana hará un frío que de seguro querrá atarte a tu
cama y si el deber es tan fuerte como el refugio mismo que el sueño crea,
entonces te pondrás en pie para luego toparte con el protocolo del “buenos días…
¿qué tal? ¡qué la pasés bien!” y de allí saldrás de tu casa a prisa como si el
tiempo te persiguiese, a recorrer las calles solo, cautivamente, entonces tal
vez un tropiezo inédito o un choque concurrido te haga recordar que a pesar de
ser el mismo cuento hace un buen tiempo pasaste de página. Y de repente llegarás
allí donde se supone que tenés que estar, y ahora estás, y te ves y ni te percatás
de lo mismo y se te van las horas casi sin percibirlas y va de nuevo pero ahora
en reversa y una vez en casa todo se mueve y aún así nada cambia y te decís que
no está mal pero que algo falta y entonces recaés en los impedimentos que
espantan tu valor para salir de nuevo y la apatía te abraza y ya no irás tras
eso que no sabés aún cómo llamar y sin embargo tenés siempre presente y la evasión
regresa, la luz tenebrosa se dispara y mi voz te alcanza y allí tratás de
pensar entonces en los deberes mal designados, los domingos por la tarde entre
las cinco y las seis, la película aún pendiente, la carencia en vela, Proust y
el fluir de la consciencia, el por qué de tanto sueño fallido, lo que has
olvidado pero ahora regresa, la vida que pasa y se está yendo de hecho en este
mismo instante…se fue. Y todo ese pensar es inútil, son sólo ideas que duran lo
que dura su lectura, volvés a la nada y después murmurás “es tarde” y ya no
querés pensar más y sin embargo seguís hilvanando entre las horas y estás
totalmente inerme y querés silenciarme pero ya no podés, luego bostezás entre
tanto miedo, te das la media vuelta y te crees casi durmiendo y dentro de ese pequeño
engaño me escuchás diciéndote todo esto y allí recordás que aún no te has
dormido, que nunca lo has hecho y que el alba cumpliendo su ronda está a punto
de llegar.
Obra: ABCD. Hausmann
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