Spem magnam in rebus adversis semper adhibeo

domingo, 8 de febrero de 2009

Tagore

El cartero del Rey

En este relato de Rabindranath Tagore, a mi parecer, se da un pequeño contraste entre conceptos que por lo general, algunos se plantean.
Primero está Madhav, quien en cierto grado se asimila al hombre que debido a su temor ante la vida, no la sabe vivir bien y que por ello, como casi siempre se da lo que uno posee, termina esparciendo su miedo ante los días y ante los que le rodean, encerrando así, aunque no de mala fe a Amal, pobre contraparte que al estar bajo estos nuevos estatutos se convierte en sinónimo de la añoranza que la libertad ajena, expresada en su máximo nivel a través del trabajo, crea. Y es que desde el punto de vista del limitado hasta la más pequeña y cotidiana acción es toda una gran hazaña.
Así, tras este triste panorama desfilan frente la ventana de Amal días, sueños, incógnitas y gente sin éste no tener más salida que la de indagar, preguntar e imaginar cómo sería, a dónde iría y qué haría si tan sólo estuviese del otro lado del marco. Siendo como pichón encarcelado, Amal hace verbal su fuerte anhelo de ser cual pájaro acróbata, libre por fin de Madhav y del médico, mayores culpables de cortar sus alas para emprender vuelo.
La otra posición se da cuando Tagore muestra como Amal no desea y quizá hasta aborrece la sabiduría inerte, el puro conocimiento enfrascado del saber en los libros. A su parecer, la sabiduría se halla en la valoración y disfrute de todo cuanto hay alrededor, de la naturaleza, del trabajo cotidiano, del ir y venir, de la vida en sí… de la vida tan sólo por el hecho, estando enfermo o no, de saberse vivo. Esa es su máxima existencial, y es que ¿qué otra mejor noción para vivir lo mucho o lo poco que le queda en este pasaje temporal? qué otra postura debe obtener para hacer más sencillo lo que no es en realidad tan complicado? Pero ¿y si no lo logra?, y si le inventan obstáculos?...y peor aún, si ya no quiere querer más?
Acá entonces lo mejor que puede esperar, lo más agradable que deba sentir es la premonición de que pronto, por medio de una carta el rey hará un llamado, enviará por él y hasta quizá después, termine nombrándole como su cartero.
Al final, pienso, su deseo de recorrer, ser y vivir lo que siempre quiso se hizo realidad… eternamente.

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